martes, 7 de mayo de 2013

Un papamoscas cerrojillo macho

Un día de este puente, tal vez el viernes al atardecer, paseaba yo por unos jardines de Alcobendas cuando vi caer al suelo un pajarillo.
Lo observé, me agaché y lo recogí.
Me dan un poco de asco los pájaros, pero sé que somos compañeros en la captura de mosquitos y además tengo un instinto ecológico muy desarrollado, que me lleva a estremecerme ante el cambio climático, a desear un desarrollo sostenible especialmente fundado en las energías renovables y todas esas cosas.
Parecía muerto el pájaro, lo cual me generó una rápida preocupación por el tipo de contenedor de residuos al que debería arrojarlo en caso de deceso; pero fue rápida, porque enseguida se movió.
Al moverse, lo lancé suavemente al aire y realizó un ágil vuelo hasta un árbol cercano.
Me acerqué, le hice una foto. Nos despedimos y echó a volar.

Llevo tres días preguntándome si se trataba de un polluelo de urraca al que salvé y ayudé a salir adelante en su delictiva tarea de robar joyas, estropear nidos de perdices y comerse huevos y polluelos de montones de pájaros.

He pasado unos días apesadumbrado por los remordimientos. Ayer consulté a mi ornitólogo y le mostré la foto. Me dice que es sin duda alguna un ejemplar de papamoscas cerrojillo macho y que mi comportamiento fue impecable desde el punto de vista ciudadano y ecológico.

Ale.

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