Recuerdo bien cuando me hablaron por primera vez de un vídeo-club.
Ni que decir tiene, que en mi infancia de cines de programa doble en sesión continua no había ni vídeos ni vídeo-clubs; pero luego vinieron los betamax, los VHS e incluso los Phillips 2000 y se llenó la nación de video-clubs.
El de la foto es todo un Titanic de ese sector. Pienso que no llegó ni al siglo XXI, aunque estuviera preparado casi para la eternidad. Está en la calle Azcona.
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