Alguna vez he escrito aquí que me resulta bastante ridículo el modo en el que se comentan los éxitos o los fracasos deportivos. Que si hemos hecho historia, que si la lírica, la épica o la heróica.
Además, está el disparate de los sueldos de los futbolistas o el de su conversión en ídolos a los que imitar, admirar o incluso adorar.
He visto el partido de hoy con unos amigos en un bar.
Hacía muuuuuucho que no disfrutaba tanto.
También disfruté el otro día con el gol de Torres al Barça en el minuto uno, aunque luego nos eliminaron; también disfruté bastante el año pasado, con la Liga y en la Champions con el partido en casa de Mou, por ejemplo.
Las alegrías atléticas son fugaces, como las de los fuegos artificiales. Tienen algo de arte, de artefactos, de hechos de arte, vamos.
Se quedan dentro. Hay que cerrar los ojos y respirar hondo. Siempre habrá quien te intente aminorar el gozo enumerando el contenido de sus salas de trofeos o recordando que el Atleti pasó hace nada dos años en el infierno. Da igual. Si de verdad te concentras, el ruido pierde importancia.
Por ahí van la capacidad de pelea, la chilena del chico de la cantera, la lucha hasta el 90 del Niño de 30 años, el tiqui taca de tacón por entre los multimillonarios aturdidos... forma parte de un conjunto de sensaciones tan limpio, tan bonito, tan amable... que no saben lo que se pierden los que no son del Atleti.
1 comentario:
Enooooorrrrrme
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