El 24 de diciembre, mientras se hacía mi muy famoso ya ARROZ CON PATO, observé el extraño calzado de una de mis sobrinas y me interesé por el mismo.
Pese al aspecto, no se trata de zapatos confeccionados para ir a cazar osos polares, ni para caminar sobre troncos en Alaska. Son para diario. Y además, otra sobrina llevaba un modelo semejante.
Hice foto-testimonio.
"Son Stradivarius", me dijeron. "Estás fuerísima", continuaron.
Llevo desde ese día dándole vueltas al hecho de que los maravillosos violines construidos en torno al año 1700 —sobre los que flotan leyendas urbanas sobre el secreto de su calidad como la de que estaban hechos de madera de barcos hundidos— hayan dado nombre a una cadena de tiendas de ropa.
Acabo de buscar STRADIVARIUS en Google. Las nueve primeras entradas son sobre la tienda. La décima es sobre violas y violines. Es lo que hay.
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