He estado de tiendas. Muchas veces he reconocido que prefiero las fieras a las tiendas; pero no elijo: por eso voy de vez en cuando de tiendas.
En realidad exagero. Hoy el viaje de tienda en tienda ha tenido verdaderas cumbres, como cuando me he encontrado en la puerta del Corte Inglés con un viejo amigo que me ha preguntado si iba a recoger el dorsal de la San Silvestre -he tenido reflejos y le he dicho que la perilla le sienta estupendo y le da aspecto de premio nobel finlandés, cuando en realidad le pone una cara de ruso viejo horrible-, o cuando he visto a tiempo a una grúa llevarse motos; pero sobre todo cuando un africano me ha ofrecido la Farola mientras me decía -a mí solo- "buenas tardes, señoras".
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