Antes de entrar al estado de Israel, ya en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv, hay que pasar unos minuciosos controles de pasaportes: una nueva oportunidad para comprobar lo mal que hablo inglés pese a todo un bachillerato y dos años en la Universidad.
La experiencia de la noche en el avión no es precisamente la de más provechoso sueño de mi vida; pero bueno, tampoco la peor... y las ganas de pisar esta tierra prometida suplen algo esa incomodidad.
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