jueves, 16 de noviembre de 2017

Lentes progresivas


Llevo unos 50 años con gafas, que se dice pronto; pero sólo doce con gafas de lentes progresivas.
Alguna vez he dicho que la clave de las lentes progresivas no está propiamente en que consigas ver bien tanto de cerca como de lejos sino en que te acostumbres a ver mal tanto de cerca como de lejos, pero siempre con las mismas gafas.

Ayer estuve en la óptica y curioseé en los datos míos que allí tienen. Mis primeras progresivas son de noviembre de 2005 y me costaron 620 eurazos. Las segundas llegaron en septiembre de 2009 y salieron por 299. Las terceras —que aún permanecen sobre mis narices— son de octubre de 2013 y costaron 267 euros. Las próximas llegarán en noviembre de 2017 por 287 euros.

Como lamentablemente no tengo en mi poder datos de mi gasto gafiano (o gafesco) anterior a 2005, no puedo hacer un cálculo fiable del gasto diario en gafas a lo largo de toda mi vida, por lo que me quedo con las ganas al respecto.

No sé cómo interpretar el elevado precio de las primeras, pero es claro que entre 2005 y 2009 algo hizo que las progresivas se abaratasen (o que a mí me dejasen de timar). Tampoco a qué se debe la congelación de los precios que perdura desde 2009.

Lo que sí sé seguro es que, sin comerlo ni beberlo, mis ojos necesitan cambio de cristales cada cuatro años. Como un reloj.

La foto es de unas flores llamadas esterlicias o aves del paraíso que vi en Canarias con mis gafas progresivas. Para que luego digan que pongo las fotos sin ton ni son.

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