Menudo año. Ha habido calores hasta anteayer, y entre unas cosas y otras no he ido a por endrinas, así que no habrá pacharán por navidades y habrá que mandar chrisma mondo y lirondo; pero es que además, no ha llovido nada, no hay una mala seta... Hoy ha caído el diluvio universal en Madrid -por supuesto, me ha pillado por la calle, aunque afortunadamente no iba en moto-, a ver si tarda un poquito en helar y salimos al campo a por esos Rolex.
He pasado buena parte de la mañana de acompañante por salas de espera. Cuesta leer en esos sitios porque saltan las conversaciones como liebres y te descentras. Un tío hablaba y hablaba, y hacía todo tipo de bromas malas: si llamaban por megafonía para acudir al centro de día, comentaba "no llaman a nadie del centro de noche", si se referían a la sala de reuniones decía "venga, ya está bien de tomar cafelitos"... y la gente sonreía, y yo también, aunque no tuviera gracia: porque el que hace bromas y habla en alto durante una película de miedo no merece compasión; pero el que está esperando a que le pongan una quimioterapia está en su derecho de hacer bromas malas y sacudirse un poco el miedo.
1 comentario:
Buena crónica de otoño. Nada tan socorrido como el tiempo para el el escritor que templa bien la pluma. El tiempo de la lluvia y el sol y el otro, el que pasa, que con tanta morosa elegancia y finura prosó Proust. Un abrazo entreverado de otoño. El miedo es otro registro, irresistible e impúdico. ¿Cómo no sentirlo?
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