Hace pongamos 30 años, me eché un amigo. Yo cambié de casa, él se fue a estudiar a Estados Unidos... y aunque he sabido alguna cosilla de él por amigos comunes, apenas nos hemos visto en todo este tiempo. Hoy nos hemos tomado un café y me ha enseñado el Oratorio del Santo Niño del Remedio, del que es rector (se ordenó sacerdote hace casi 20 años). Él hace muchas más cosas que dirigir aquello. Me ha sorprendido mucho ese lugar que tan viva mantiene la devoción de mucha gente (los días 13 de cada mes pasan por allí unas 4.000 personas y ahora que permanece el oratorio abierto los viernes por la noche con motivo de la Misión Joven, no hay noche en la que no pasen por allí unas docenas de personas a rezar o confesarse. Tremendo.
Tienen un traje que les dejó en agradecimiento un torero por un favor concedido por el Santo Niño. Me he hecho una foto (lo lleva un maniquí: el torero sólo dejó el traje).
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