Con una periodicidad que no sabría determinar, alguien se dirige a mi e-mail o a mi teléfono o a mi cara para decirme que en este blog no hablo de cosas importantes. Creo que tienen razón. Tal vez sea que soy un bloguero de verdad, o que simplemente me fascinan las cosas sin importancia; pero la cuestión es que hablo mucho de banalidades. Lo reconozco.
Para compensar, hoy quiero copiar un texto con el que me encontré el domingo.
El domingo hacía yo un retiro mensual -lo hago, como su propio nombre indica, una vez al mes, normalmente en mi Centro del Opus Dei, normalmente acompañado de más numerarios del Opus Dei- y me puse a leer un Vía Crucis publicado por ediciones Encuentro con textos de Joseph Ratzinger, Hans Urs von Balthasar, Luigi Giussani y Jhon Henry Newman. Es un libro precioso. Contiene como introducción un texto titulado EL VIERNES SANTO, del que actualmente es Benedicto XVI. Las primeras páginas del libro, a las que pertenece este texto, se ofrecen en la web de la editorial. Copio unas líneas:
"Jesús participó realmente de la angustia de los condenados, mientras que nosotros —la mayor parte de nosotros- no participamos de los horrores de este siglo más que como espectadores. Esto lleva consigo una consideración de cierta importancia; pues lo curioso es que la idea de que Dios no puede existir, la desaparición total de Dios, se produce en aquellos que no son más que espectadores de los horrores que se dan, en aquellos que, acomodados en su sillón, contemplan lo terrible del mundo y creen haber cumplido con su obligación y haberse defendido diciendo: si existen tales horrores es que no hay Dios. Pero la reacción de aquellos que verdaderamente sufren es frecuentemente la contraria: precisamente en su sufrimiento descubren a Dios. En este mundo la adoración sigue saliendo de los hornos de los que fueron quemados, y no de los espectadores del horror. No es ninguna casualidad que el pueblo de la revelación, el pueblo que conoció a Dios y lo dio a conocer al mundo, haya sido el pueblo que más ha sufrido a lo largo de la historia, bastante antes de llegar a Auschwitz en los años 1940-1945. Y no es ninguna casualidad que el hombre más torturado, el que más sufrió —Jesús de Nazaret— haya sido el revelador, mejor dicho, haya sido y sea la revelación misma. No es ninguna casualidad que la fe en Dios provenga de un rostro lleno de sangre y heridas, de un crucificado, y que el ateísmo tenga su padre en Epicuro, en el mundo de los espectadores saciados.
De repente brilla en toda su claridad la seriedad misteriosa y para nosotros amenazadora de unas palabras de Jesús que muchos de nosotros habíamos apartado a un lado como inadecuadas: Antes pasa un camello por el ojo de una aguja, que un rico entra en el cielo un rico, es decir, alguien a quien le va bien, que está saturado de bienestar y sólo conoce el dolor a través del televisor, Tomemos en serio estas palabras, que nos amonestan precisamente en el Viernes Santo. Es cierto que ni necesitamos ni debemos buscarnos el sufrimiento y la angustia nosotros mismos. Dios manda el Viernes Santo donde y cuando él quiere. Pero debemos tener siempre presente —no sólo teóricamente, sino en la práctica de nuestra vida— que todo lo bueno es un don de él, del que hemos de responder. Y también debemos tener siempre presente —y nuevamente no sólo en teoría, sino en la práctica de nuestro pensamiento y de nuestra actuación— que junto a la presencia real de Jesús en la Iglesia gracias a los sacramentos, hay otra presencia real de Jesús en los más pequeños, en los que sufren en este mundo, en los que él quiere que nosotros sepamos encontrarle. Lo que cada año exige de nosotros la celebración del Viernes Santo es que renovemos en nosotros esta actitud."
Nada más por hoy.
2 comentarios:
Dos cosas (o tres):
1. ¡No me seas banal!
2. Banalidad es con "b"... (eso dice la RAE)
3. Excelente cita que voy a enviar por correo electrónico a mis familiares. La duda es si pongo o no un vínculo de tu "blog".
4. No me acuerdo.
iperico:
He corregido la ortografía: no en vano, tenías razón.
He cambiado también el nombre de la editorial (es Encuentro, no Encuentra).
He puesto enlace al texto de las primeras páginas del libro, que me ha enviado por e-mail un lector al que no le gusta comentar en público.
Gracias.
En cuanto a enlazarme o no hacerlo, me parecerá bien que hagas lo que quieras, porque entiendo que un enlace a mi blog es bueno para mí, pero como no entiendo por qué y no creo en Google, no me importa.
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