Callejeaba un servidor por las ruas de Santiago cuando topé con una palacio en el que exponen la obra de un pintor surrealista español llamado Granell.
Reconozco que nunca lo había oído mencionar, que el palacio es imponente y que alguna de las piezas que se exponen -como este sobre garabateado por el artista- resulta sombrosa.
Estuve ayer con Alejandro, un magistrado simpatiquísimo de 93 años al que no había visto nunca tan mal de salud.
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