A veces pasa cerca la muerte. Duele, pero da lecciones muy profundas, sabrosas y hasta alegres, porque da satisfacción ver que los que lo valen se llevan los premios, y en mi Centro del Opus Dei vivía hasta esta madrugada uno que vale un imperio y se ha ido al Cielo. Envidia sobre todo, envidia de la buena.
2 comentarios:
Siento tu pérdida. Aunque esté en el cielo siempre duele no contar con alguien aquí en la tierra. Rezo por él.
Enrique, gracias por tu visita.
De acuerdo con que la fe suaviza mucho cualquier sufrimiento. Eso no lo niego, y me parece un don magnífico.
Ante la muerte, sobre todo sentimos sobrecogimiento, a veces -no es este el caso- estupor, a menudo incredulidad. Los afortunados se reconfortan en la esperanza de algo mejor. Los hay que recorren con su mente la trayectoria de quién se fue y alaban su legado...
Pero, y discúlpame, me resulta muy artificial que alguien pueda sentir envidia por el hecho de pasar de la vida a la muerte. Es una reacción casi anti-natura.
Un saludo.
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