Mis amigos japoneses llegan el 18. Aterrizan mañana en España, pero van primero a darse un baño profundo de Gaudí a Barcelona. Los sacerdotes peruanos a los que he conseguido alojamiento también están en España, pero en Valencia: llegan a Madrid el 15.
No los he encontrado por la calle, pero sí en internet, ya que están en Torreciudad, Santiago de Compostela, Valencia, Montserrat, Zaragoza, o preparándose para venir del Rocío y de tantos otros lugares en los que se preparan ya los llamados días en las diócesis.
Por otra parte, no se ven mochilas y gorras, porque hoy se las han comenzado a dar a los voluntarios. Hay que tener paciencia.
Mientras, el ambiente que se respira por las calles de Madrid es el de cualquier otro mes de agosto. O sea: las calles están vacías, se puede aparcar donde no era posible hacerlo habitualmente, y hace calor. Creo que las quejas por el viaje del Papa están teniendo mucho hueco en la prensa precisamente por eso: aquí no pasa nada, la mayoría de los madrileños están de vacaciones y en tanta soledad es más fácil hacer ruido. Ruido que también favorece la difusión de las noticias sobre los preparativos.
Es cierto que además, hay gente que sospecha por principio. Si el gobierno de la nación coincide con el regional y el municipal en dar apoyo y cobertura a un éxito de convocatoria -y de comunicación- tan notable como una Jornada Mundial de la Juventud, en manos de la Iglesia, hay que criticar. Hoy he leído en Twitter, por ejemplo, que es una vergüenza que la Comunidad de Madrid suba de golpe el billete de metro-bus de 1 euro a 1,50 euros mientras da transporte gratis a los jóvenes católicos. Señores, seamos serios, Benedicto XVI nada tuvo que ver con la muerte de Manolete. El billete simple no subía desde 2004. El de diez viajes no ha subido. Y, sobre todo, los peregrinos pagan por su abono de transportes un precio pactado, lógico por otra parte si se tiene en cuenta que estamos en agosto.
Creo que deberían investigar la relación de la visita de Benedicto XVI con el hecho de que esta temporada se vaya a jugar cada jornada un partido de Liga el domingo a las 12,00. Algo intolerable (el día 21, para más recochineo el Rayo Vallecano-Mallorca).
Y que nadie se preocupe. Nuestros laicistas no comen curas a la parrilla. Y nuestros sindicalistas no son tontos: habrá Metro y bus y aeropuerto; pero seremos muchos y habrá que tener paciencia. Buen sitio para cultivar la paciencia, la patria de las tapas.
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