jueves, 22 de noviembre de 2012

Asnos en las redes sociales: El buey y la mula en el libro de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús

He visto la abrumadora solidaridad con la que, digamos, las redes sociales, han reaccionado ante la, digamos, decisión del Vaticano de suprimir/prohibir de nuestro credo al buey y a la mula del portal de Belén.

A continuación me he leído una excelente -y larga- entrada del blog B16 Links con 31 Preguntas sobre la infancia de Jesús y 31 respuestas de Benedicto XVI. La número 25 de esas 31 preguntas dice ¿Nació Jesús entre un buey y una mula? La lectura me he llenado de tranquilidad y he vuelto a dis-fru-tar con la forma en que el Papa lee las escrituras y las explica.

Lo siguiente que he hecho ha sido hojear el libro Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012, Planeta. En la página 76 (y primera línea de la página 77) se dice lo siguiente (la negrita es mía):

Como se ha dicho, el pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3: «El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende.»

Meter Stuhlmacher hace notar que probablemente también tuvo un cierto influjo la versión griega de Habacuc 3,2: «En medio de dos seres vivientes... serás conocido; cuando haya llegado el tiempo aparecerás» (p. 52). Con los dos seres vivientes se da a entender claramente a los dos querubines sobre la cubierta del Arca de la Alianza que, según el Éxodo (25,18-20), indican y esconden a la vez la misteriosa presencia de Dios. Así, el pesebre sería de algún modo el Arca de la Alianza, en la que Dios, misteriosamente custodiado, está entre los hombres, y ante la cual ha llegado la hora del conocimiento de Dios para «el buey y el asno», para la humanidad compuesta por judíos y gentiles.

En la singular conexión entre Isaías 1,3, Habacuc 3,2, Éxodo 25,18-20 y el pesebre, aparecen por tanto los dos animales como una representación de la humanidad, de por sí desprovista de entendimiento, pero que ante el Niño, ante la humilde aparición de Dios en el establo, llega al conocimiento y, en la pobreza de este nacimiento, recibe la epifanía, que ahora enseña a todos a ver. La iconografía cristiana ha captado ya muy pronto este motivo. Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno.

Me sorprende y me disgusta a partes iguales la injusta simplificación con que han sido recibidas estas palabras del Papa. Le tengo mucho cariño al buey y al asno para decir que donde no faltan nunca es en las redes sociales; pero no me resisto, no me resisto...

Y por supuesto, en cuanto pueda, me voy a leer el libro, a ser posible de un tirón, y luego a sorbos, y la tercera... la tercera ya veré.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece que tiene alguna importancia mantener las leyendas, es correcto, son consoladoras, ayudan a ir tirando del carro de la vida, representan un consuelo para nuestras muchas vicisitudes. A veces el único consuelo. Si no existieran habría que reinventarlas. Las necesitamos. Pero, pero, pero... No son ciertas; solamente tienen un arraigo psicológico bien construido de las que algunos se han aprovechado mucho y otros un poquitín.

Religiones-política-control del misero ser humano, al derechas o al revés.

Opino que todo es un enorme fraude. Desde la mula hasta el Jesús, pero es bonito, es consolador, está bien; vivir en la ilusión de la bondad es positivo, ayuda a continuar hasta que no necesitemos mas de un dios o una leyenda para ser entidades completas.

MdAndrés

Enrique Muñiz dijo...

Estimado MdAndrés:
Es audaz su comentario.
Extrapola usted un poco.
Una cosa es que no se mencionen en el Evangelio los animales que ponemos en el belén (tampoco sale el río, ni la lavandera, ni la nieve) y otra bien distinta que el Evangelio sea un cuento de hadas.
Como dice un buen amigo mío, para ser ateo hace falta hacer muchos más actos de fe que para ser cristiano.
Revise bien las etiquetas de su propio fraude.
Y gracias por el comentario: no me hacen muchísimos.