jueves, 18 de octubre de 2012

Los bocaditos de nata, la anestesia general y todas las buenas personas que trabajan en los hospitales

Ya estoy en casa casi 48 horas después. Me han dejado irme del hospital con mi húmero de toda la vida (sin placa de pseudotitanio) y la promesa de no hacer nada brusco. Pienso cumplirla.
Cada vez que voy al Hospital de la Princesa experimento la misma sensación de querer marchar cuanto antes, junto a la de comprobar lo buena que es la gente; las personas, vamos.
No sé, hay veces que uno comprueba lo mal que está el mundo y la mucha vileza que atesoramos en nuestro interior si nos descuidamos: en los hospitales no hay vileza; hay a veces dolor y sufrimiento pero con mucha bondad -tal vez por eso-.
Además, en los hospitales hay ángeles: yo ayer estuve un buen rato con uno.
En fin, que vuelvo un poco poeta y sin ganas de bajar fotos del móvil, que tengo alguna muy buena.
Ventana gallega va.

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