Ya estoy en casa casi 48 horas después. Me han dejado irme del hospital con mi húmero de toda la vida (sin placa de pseudotitanio) y la promesa de no hacer nada brusco. Pienso cumplirla.
Cada vez que voy al Hospital de la Princesa experimento la misma sensación de querer marchar cuanto antes, junto a la de comprobar lo buena que es la gente; las personas, vamos.
No sé, hay veces que uno comprueba lo mal que está el mundo y la mucha vileza que atesoramos en nuestro interior si nos descuidamos: en los hospitales no hay vileza; hay a veces dolor y sufrimiento pero con mucha bondad -tal vez por eso-.
Además, en los hospitales hay ángeles: yo ayer estuve un buen rato con uno.
En fin, que vuelvo un poco poeta y sin ganas de bajar fotos del móvil, que tengo alguna muy buena.
Ventana gallega va.
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