La realidad supera la ficción, y además claramente

Durante estos días de Semana Santa me ha pasado un poco de todo. Nada especialmente serio, gracias a Dios, pero sí un poco de todo, y sembrado de espíritu buñueliano en pequeñas dosis. Me explico: me dejó tirado el coche en un paraje rocoso, en cuanto pude me compré una botellita de agua mineral, que resultó ser de marca Los Riscos; luego pinché una rueda y adquirí en un taller una nueva (el pinchazo, claro, "va a no tener arreglo") de marca "Matador" (Made in Eslovaquia, lo prometo); el señor de la grúa que acudió en mi auxilio tenía el siguiente nombre de pila: Tertuliano Julio del Espíritu Santo; tuve que hacer noche en un fantástico pueblo de Cáceres repleto de cigüeñas; fui allí a Misa y asistí al funeral de corpore in sepulto por el padre del alcalde.

En fin, en un post no puedo resumir la intensidad de estos días. Sólo avanzo que la avería del coche (que aún está de camino hacia Madrid por esas arbitrariedades de la letra pequeña de los seguros de aistencia en carretera) es, simplemente, la 17811/P1403/035 según un ordenador que me echó un vistazo en Cáceres.

Me olvidaba de la foto: es el letrero de la calle en la que estaba el supermercado en el que compré barra de pan y lata de berberechos para hacerme un bocadillo por todo lo alto: ya lo pondré (el bocadillo), creo que le hice foto también. Entiendo que está de más explicar que los del Opus Dei no tenemos ni un particular gafe para los viajes por carretera, ni una predilección especial por los bocadillos de berberechos. Ambas cuestiones son más bien detalles de mi personal personalidad: cierto que soy del Opus Dei y tengo esas dos, digamos, tendencias; pero aseguro que nada tiene que ver el tema con mi pertenencia al Opus Dei.