Aquí poso ante los ingredientes. algún día publicaré en algún sitio el ticket de la compra, repleto de curiosidades.
Picando lo que son los ajetes, con cuchillos de acero local de gran calidad.
MARCOS pica la cebolla (no sé qué ha pasado con el tamaño de la foto).
El sofrito, a fuego lento, ayudado de sabiduría oriental a raudales que atesora Antonio.
Ya se han añadido el tomate y los calamares -que por cierto son gigantes-.
Los más pequeños se aproximan, animados por sus progenitores, a ver de cerca lo que está haciendo el gordo europeo con el arroz. Se acerca alguno de los más mayores a ver los ingredientes.
Ya está terminado el arroz. Este chaval se animó a tomar una tapita con sus palillos, aunque le desconcertaba bastante que el grano estuviera suelto y no pudiera pillar de un movimiento la habitual ración (aquí toman el arroz bastante pegado, lo cual explica también el papel que hace en las comidas de sustituto de nuestro pan).
Se animan hasta las madres. La prueba es definitiva. Me llueven las reverencias.
Llaman al profesor de cocina para que cate el producto. Quiere la receta.
He vuelto a equivocarme en el tamaño de la foto (aunque puede apreciarse que he conseguido poner el teclado español). Lo dejo así. Es la prueba del éxito: no queda ni un grano.
He aquí una imagen de la barbaoca. No sólo hubo carne. Asan también mazorcas de maíz, pimientos, zanahoria, lechuga, una patata amarilla con piel morada, unas almejas grandotas tipo vieras… y hasta unos dulces parecidos a nuestras nubes. Tremendo de toda tremendidad.
Y aquí un vídeo que hice en medio de todo:
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