miércoles, 16 de agosto de 2006

La Colegiata de Santa María del Sar


Tengo un amigo que dice que la memoria es un cajón con una capacidad limitada. Una vez que se ha llenado, sólo se pueden meter cosas sacando otras. El problema es que no se sabe qué "salió del cajón" hasta que no se vuelve a buscarlo: en ese momento, uno se da cuenta de que el espacio está ocupado por otra cosa. La primera ya no está en la memoria, la olvidaste.
Esto me ha pasado a mí recientemente con el soneto de Gerardo Diego sobre el ciprés de Silos. Visité el claustro de la Colegiata de Santa María del Sar, quise hacer una demostración de mi memoria poética ante el ciprés del Sar, pero sólo pude decir dos versos. Prometo que me lo supe de memoria completo, pero vaya usted a saber qué he memorizado recientemente que ha ocupado su lugar.
Gracias a Google y wikipedia lo he encontrado y se lo ofrezco hoy a mi audiencia como prueba de que existía, aunque este gordo del Opus Dei que ha llegado ya al tope de su memoria lo haya olvidado. Por cierto, que el claustro de Santa María del Sar es realmente magnífico, pero el soneto -a mi modo de ver- más:

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas al cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanando a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño:
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi, señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales.
Como tú negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.

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