jueves, 24 de noviembre de 2005

Una visita a un enfermo bastante sano


El Sanatorio del Rosario, además de un nombre bonito, contiene recuerdos del Bachillerato: siempre he pensado que ahí es donde pasó largas temporadas Juan Ramón Jiménez para aliviar sus hiponcondrías; a lo mejor fue en otro lugar con el mismo nombre, vaya usted a saber.
La cuestión es que un amigo pasaba allí un trámite y le he llevado unos tebeos. No sé qué tienen los hospitales para avivar nuestras ganas de hablar con el enfermo... de estancias en hospitales: de la enfermera que confundió una vez las medicinas, del compañero de habitación que roncaba como un jabalí, o de cosas peores. Iba tan mentalizado, que esta vez he superado la prueba con éxito.
Mientras le hacía la foto y preveía ya publicarla aquí, pensaba en lo difícil que es hacer una buena obra (aunque sea pequeña, como la mía: visitar a un amigo en una clínica) y contarlo sin que dé la impresión de que lo haces sólo para presumir. Si lo haces porque lo haces, si no lo haces porque no lo haces, si lo cuentas porque lo cuentas, si no lo cuentas porque no lo cuentas. Yo qué sé: el caso es que hemos echado unas risas, que todo ha ido bien, y que en vez de hablar de sueros mal puestos hemos hablado de blogs.

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