Primero: no sé que le pasa al sistema, pero he intentado poner foto tres veces y no lo consigo. O está escacharrado o estoy cometiendo algún error de megapínceles o de bytes o de vaya usted a saber qué: el caso es que hoy no hay foto.
Segundo: me manda un amigo "para tu blog" el post que ha puesto un sacerdote en su blog (el del sacerdote); pero no me dice en su mensaje (el de mi amigo) cuál es su blog (el del sacerdote), por lo que no puedo poner el enlace.
Tercero: copio y pego:
"A los españoles siempre nos fue la marcha. Y no sabemos vivir sin pelearnos. Las dos Españas. Rojos y azules. Derecha e izquierda. Ricos y pobres. Lo que sea. El caso es tener motivos para lanzarnos algo a la cabeza. Da igual la Constitución, el Fuero de los Españoles o el Reglamento de Fútbol de Don Pedro Escartín. Lo importante es lo de tener un arma arrojadiza.
Pues me parece que esto también lo tenemos presente en nuestra iglesia. Y hemos descubierto en el Concilio Vaticano II ese proyectil que estábamos echando de menos. Pues qué divertido. A sacudirse estopa dialéctica progres y carcas. Y otra vez los 70.
Yo soy cura. Y párroco por nombramiento de mi obispo. Y en este blog personal pretendo contar cómo vivimos las cosas de la Iglesia en mayúsculas en una parroquia normal y corriente de Madrid.
En la parroquia, en la mía, evidentemente hay cristianos de espiritualidades y experiencias de fe muy diversas. Pero hasta ahora no sólo no nos hemos peleado -sorpresa para algunos- sino que nos llevamos divinamente (y nunca mejor dicho). Tengo catequistas que viven el camino neocatecumenal de Kiko Argüello, matrimonios del Opus Dei, otros provenientes de fraternidades de jesuitas, salesianos o maristas. Otros más de parroquias de lo más diverso. No me faltan personas con experiencia cristiana forjada en la HOAC o participantes en los Congresos de Teología de la Juan XXIII. Y curiosamente, nos llevamos muy bien.
Hace unos días, un encuentro de grupos parroquiales. Un zoo. Distintos, diversos, pero unidos y marcando sendas de construcción de una comunidad cristiana. Y me encanta cuando llega la misa y una lectura la hace alguien del Opus y la segunda una señora de vida ascendente, y el salmo el papá de un niño de comunión que ha vuelto a la parroquia acompañando a su hijo, y la guitarra la hacen sonar un matrimonio que se ha forjado en su parroquia, o un padre y una hija, que por cierto aprendió a rezar a través de Taizé. Vamos, que yo no veo problema ninguno en convivir, en construir, en edificar la iglesia, en hacer comunidad todos juntos. Es más, a mí me parece que nos enriquecemos mucho cuando los que somos diversos (y ojo, diversos sólo en lo accidental, que el Credo es el mismo) estamos embarcados en el trabajo común. Tanto, que ya hemos hablado de organizar un ciclo de charlas para que las distintas sensibilidades eclesiales, o espiritualidades, o como se quieren llamar, nos cuenten cómo viven ellos el Evangelio.
Por mí si hay gente que necesita arrojar algo al otro decidiendo quien es más católico de los dos, pues me parece bien, sólo que un tanto aburrido y superado.
Así vivimos nosotros ese "supuesto" conflicto tan de los setenta de "progres y carcas".
Y nos va bien. Muy bien."