Esta mañana me he cortado el pelo. Ya era hora.
No sé si existe algún buen libro de "conversaciones de peluquería". Mientras me cortaban el pelo, he asistido a una memorable. "Tener un perro es lo más esclavo que existe", decía un cliente. "Pero hay que tener en cuenta que da mucha compañía", respondía otro. "Quita, quita. No puedes organizarte viajes, ni vacaciones sin tener en cuenta al perro. Hasta la hora de llegar a casa está condicionada a las tres veces que hay que sacarlo para que haga sus cosas". "En el campo es otra cosa. El problema es la ciudad". Regado todo ello con repeticiones periódicas del primero: "Lo más esclavo que existe".
Yo también tengo obligaciones profesionales y familiares derivadas de mi pertenencia al Opus Dei: no tomo las vacaciones que me apetecen, estoy sujeto a un cierto horario, a planes diarios, semanales, mensuales o anuales...
Eso sí: no tengo que sacar tres veces al perro; por lo que puedo considerarme lejos de "lo más esclavo que existe".
La foto es de la acera de mi casa. Misteriosas huellas animales de sangre. Dice el portero que las hizo ayer un galgo que dio cuatro vueltas a la manzana mientras una de sus patas sangraba copiosamente. Tremendo lo de la vida urbana... y lo del perro.
7 comentarios:
Pues ya son ganas de ser esclavo de un perro, de todas formas eso revela el alto grado de estupidez q está alcanzando nuestra sociedad.
Recuerdo un artículo de libertad digital sobre los valores judeo-cristianos en el q se hablaba de un experimento en el q se preguntaba a quien salvaría usted antes, a su perro o a un desconocido, nueve de cada diez salvarían a su perro.
Estoy de acuerdo con lo que comentaron en la peluquería. Mi jefe tiene perro y comenta muchas veces los inconvenientes de tener perro.
Por eso yo tengo un conejo enano (Pepi); le limpio la jaula una vez por semana y mi hijita lo saca a pasear por la terraza.
¿En el Opus Dei no se pueden tener perros?
Un pariente mío de la opus me asegura que ni perros, ni gatos, ni mascotas en general. Si acaso peces. Es un tema tabú y se remonta a todo lo que dijo sobre la materia el Concilio de Trento.
Tonterías las que dice el anónimo de las 16.01. El concilio de Trento nada dice sobre las mascotas.
Sí se puden tener perros. De hecho, hay gente del Opus Dei con perros. Ciertamente, en un Centro sin jardín es difícil tener un perro, como en cualquier otra casa semejante, y da trabajo: por eso no conozco Centros con perro.
En todo caso, lo que yo escribí era una conversación mantenida en una peluquería a cuento de la que decía que todos tienen su vida condicionada por algo -hasta el vago vive condicionado por su poltronería-, y nosotros también.
Por cierto, tuve un perro pequinés. Era un buen animal.
Hablando de perros, aprovecho el tema para hablar de obediencia.Si,son una atadura, pero una cosa está clara:el amo soy yo, no tengo que darles explicaciones si un día se cambia la hora del paseo, y las normas de su comportamiento en casa las pongo yo (no subir al sofá, no entrar en los dormitorios, no acercarse a la mesa mientras como...) Mis perros están bien educados para la convivencia con humanos y es imprescindible para convivir con perros que obedezcan al amo. Si hablamos de personas, las cosas cambian. El animal ha de someterse al amo, las personas no. Y aveces la obediencia a la que están sometidos los numerarios me recuerda más a la de mis perros que a la de una persona libre.
Olivia:
En primer lugar, debo felicitarte por tus perros. Si la próxima vez que vaya a la peluquería alguien insinúa que tener un perro es de lo más esclavo que existe, le contaré que conozco un caso en que el amo cambia la hora del paseo sin "dar explicaciones" y no pasa nada, y que cumplen sin problemas las normativas acerca de subir al sofá, no entrar en los dormitorios, no acercarse a la mesa mientras se come, etc.
Me alegra también saber que te sientes libre como un pájaro (espero que disculpes la falta de concordancia de género, pero no quiero decir "libre como una pájara" aunque hayas insinuado que yo obedezco como un perro). Yo tengo unas obligaciones y procuro cumplirlas. No sé si las derivadas de mi compromiso de buscar la santidad y el apostolado son mayores o menores que las derivadas de tener hijos, de tener esposa (o marido), o unos padres mayores y tal vez enfermos; de tener unos objetivos empresariales en el trabajo, de formar parte del organigrama de mando responsable de una multinacional, de vivir en una ciudad repleta de obras, o lo que se quiera poner como ejemplo. Sé que en mi caso (y en el de mucha gente con obligaciones como las que he puesto de ejemplo) todo adquiere un sentido en la medida en que se trata de ocasiones en que uno, por ceporro que sea, se puede unir a Cristo, que fue particularmente obediente.
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