martes, 17 de enero de 2006

Mortificación, cilicio, código Da Vinci y Opus Dei


No alcanzo a entender cómo un post sobre el Código Da Vinci ha evolucionado hacia un interés tan recurreente por el cilicio. He aquí un enlance a un blog con buenas explicaciones al respecto.
Cierto que uno de los pocos asuntos en que coincide la realidad con la ficción en ese libro (¿y en esa peli?) es en la existencia de una institución llamada Opus Dei y un objeto llamado cilicio. Ni el Opus Dei ni el cilicio que aparecen en la novela tienen que ver con el Opus Dei y el cilicio de la realidad; pero en los nombres hay que reconocer un riguroso trabajo de documentación.
Existen temas de los que me interesa hablar y temas que me interesan menos. El tema del cilicio es de los segundos (creo que la mortificación es mucho más que eso); pero en honor al interés de mis pocos lectores diré unas pocas consideraciones: yo me lo pongo casi todos los días dos horitas y nunca me ha producido sangre. Es muchísimo más costoso atender a un recién nacido noche tras noche, levantarse por las mañanas, sonreír cuando duelen las muelas o atender amablemente llamadas telefónicas de televendedores. Lo importante es el motivo por el que hace uno esas cosas: y es singular el empeño con el que se evita en este tipo de debates el sentido de la mortificación cristiana, encaminada a unirse al sacrificio de la Cruz con esos pequeños detalles que permiten llegarse al Calvario no por la dimensión del tiempo, ni la del espacio sino por la del amor (como muy brillantemente se explica, por ejemplo, en la Carta Apostólica Salvifici Doloris, que recomiendo sin duda de ningún tipo).
Se rasgan con facilidad las vestiduras ante un sencillo collarcito metálico de venta en numerosos conventos, muchos que comprenden sin problemas que para estar a la moda o tener un cuerpo diez haya que tatuarse, dejarse atravesar por piercings, someterse a severas dietas o incluso pasar por cruentos quirófanos. Si les va bien, oiga, que lo disfruten.
La foto es de una churrería que lleva desde las navidades en la Plaza de Manuel Becerra: fuerte mortificación para mi cuerpo la de no atiborrarse de su entera producción diaria de productos amigos del colesterol; y no siempre venzo, no.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

yo también soy del Opus Dei. Viva la libertad y la diversidad. Gracias por lo que haces.

Anónimo dijo...

Pues yo no soy del Opus Dei pero me está molando el tema. ¿Dais algún folleto explicativo a algo así? ¿Dónde se pueden pillar?