Otro de los testimonios de la catequesis de Bensberg, de la que ayer di la primera entrega, fue de un cura de la diócesis de Barbastro. Explicó que lo de su vocación sacerdotal era algo que indudablemente venía ya del "seno materno", contó alguna contrariedad de la familia y los amigos ante su decisión de hacerse sacerdote, la gran alegría con la que llevaba a cabo del trabajo en numerosos pueblos -no sé si dijo que atendía 7 ó 9 pueblos-, y una descripción de su trabajo, que consiste en "dirigir lo que es un poco la parroquia" (tuve que traducirle la frase a un italiano que creía que sabía español, con esa satisfacción con la que los madrileños sabemos explicar a alguien de fuera cómo ir por la M-30).
A veces uno echa una mirada a la prensa y tiene la impresión de que hay mucha gente mala, o de que sólo la gente mala hace cosas, o al menos de que lo que sale en la prensa en la parte más mala de lo que hace la gente, que es buena. Testimonios como los de este sacerdote, con un acento aragonés muy muy notable, recuerdan por el contrario lo buena que es la gente buena, y las muchas cosas que hacen.
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