sábado, 25 de febrero de 2006

La Santificación del trabajo


Poco a poco, han ido desapareciendo las pequeñas jugueterías de barrio. Los escaparates de las jugueterías siempre han sido una de mis debilidades; pero quedan pocas por las calles de Madrid. Hay que salir en coche a los grandes centros de ocio de las afueras, con sus hipermercados, sus mega-stores, sus grandes superficies: enormes tiendas de tresillos, enormes tiendas de ordenadores, enormes tiendas de material de bricolaje y jardinería, enormes jugueterías y hasta enormes ópticas.
En todos esos lugares, como en sus heroicos equivalentes de barrio que aún sobreviven en este mundo global, trabaja gente. Aunque a un miembro del Opus Dei como yo le produzca una cierta nostalgia el recuerdo del sistema de comercio más extendido durante su niñez, esto es irrelevante para lo que se refiere al Opus Dei. Se trata de santificar el trabajo, santificarse en el trabajo y procurar también ayudar a santificar a los demás a través del trabajo, y a la sustancia de ese asunto no le afecta el que uno trabaje como único dependiente de una juguetería en la esquina de las calles López de Hoyos y Cartagena, o que sea empelado de una megatienda de juguetes de San José de Valderas, o ciber-dependiente de un supermercado virtual de cápsulas de tortilla de patata con sede en Júpiter, por ejemplo. A mi humilde entender lo primero tiene mucha más poesía, pero es evidente que es igualmente santificable.
En fin, que tengo foto de escaparate de juguetería con gran surtido de disfraces. Se ve que el carnaval pone de moda los disfraces. Mi sintonía personal con esas celebraciones disfrazatorias es nula, pero tengo amigos -particularmente canarios- a los que les gusta: que aprovechen el recordatorio de que la Cuaresma está a la vuelta de la esquina.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuado le digo a alguien que le voy a dar unos puntos en una herida me suele entender. No hace falta ser médico para saber lo que es un punto.
El punto y seguido, no siendo lo mismo que el punto de seda, es también algo conocido por los que no somos filólogos.
Me pregunto si algún filólogo numerario, que llega a escribir fases de 88 palabras, no hizo pellas el día que le explicaron este segundo tipo de puntos en la carrera.

Enrique Muñiz dijo...

Vaaaaaaaale, Luis, procuraré poner más puntos.

No quiero ni pensar en la forma de exprresarse que tendrán los que hayan asistido a clases de Lengua dadas por filólogos de esos que hacen pellas. Serán capaces de montar teatros y guiñoles, pero lo que es ortografía...